Ella me dijo que me amaba y yo le creí. Me lo dijo mirándome
fijamente a los ojos y por eso estuve convencido de que era verdad. Quería
tocarla para estar seguro que el momento era real, pero teníamos la mesa entre
los dos. Le pedí que lo repitiera y lo hizo. Me esforcé por ver más allá de sus
ojos y efectivamente lo sentí, ella si me ama. La alegría la sentí estallar en
medio del pecho, fui por unos pequeños instantes el hombre más feliz del mundo,
tal vez debí pararme y abrazarla, detener la conversación, llevarla a la cama y
hacerle el amor. Pero mi cuerpo no se movió, sabía que la conversación debía
continuar. Me reiteró por tercera vez que me amaba y esta vez lo hizo
sonriendo, porque había notado la gran sonrisa que yo tenía en el rostro. Pero
también amaba a su familia y no podía dejarla. Su marido era un buen hombre y
no se merecía algo así, pero sobretodo su pequeño hijo no se merecía crecer
alejado de un padre que era tan bueno. Ella lo había pensado bien, me conocía y
estaba segura que yo no tenía el instinto paternal. No sé si algo así exista,
pero para mi desgracia ella si tenía razón en eso, nunca lo admití, pero si
tenía razón, yo no tengo vocación de padre ni ningún afán de criar un hijo. Me
explicó que cuando nos encontramos de casualidad en el sitio de juegos para
niños había entrado en duda. Un día de causalidad yo estaba con mis tres
sobrinos y ella con su hijo. Ya teníamos una relación y no pude evitar
saludarla y como los niños son niños, mis sobrinos se hicieron amigos de su
hijo y todos juntos nos pusimos a jugar. Tengo un lado lúdico que puedo dejar
salir muy fácilmente y jugar con niños es muy divertido, así que todos
congeniamos muy bien y la pasamos genial. Su hijo por algún tiempo reclamó a su
tío, o sea a mí, y el padre intrigado comenzó a preguntar, así que para evitar
sospechas tuvimos que organizar un nuevo encuentro pero esta vez con el padre,
el marido de ella, si pues, incómoda situación, pero en esos casos, se hace lo
más inteligente, que es jugar. Así que me dediqué a los niños, casi no la vi a
ella y entonces el marido despejó sus sospechas y me identificó más como amigo
de su hijo que de su mujer. Ella esperó, en vano, que yo cambiara luego de eso.
Esperaba que yo despertara algún interés paternal en el niño, la verdad no
entiendo a que pueda referirse con eso. Le preguntaba si el niño estaba bien,
pero como educadamente uno pregunta sobre los familiares de los amigos, pero
nada más. Mi lado de padre era una batalla perdida y pelear para perder no es
mi estilo. Dejé que ella continuara hasta que cambió el tema a su marido. Ese
era mi tema, me acababa de decir que me amaba y nunca dijo que lo amara a él,
era entonces mi momento de contestar, de replicarle. De decirle que yo podía
hacerla mucho más feliz que él. Conmigo había sentido cosas que jamás había
sentido con él, ella me lo había dicho. Me dijo miles de veces que extrañaba el
contacto de nuestras pieles y que esperaba con ansias nuestro próximo
encuentro. Empecé a recordar todas las cosas que nos dijimos, quería juntar
todas sus palabras para usarlas como argumento a mi favor, y todo lo que podía
recordar giraba en torno a los mismos temas, sexo, nuestros cuerpos, nuestras
sensaciones, lo rico de conectarnos en la cama. Nunca planes, nunca la vida,
nunca sentimientos compartidos. Nuestros encuentros eran de tiempo limitado y
eso los hacía más intensos, pero más monotemáticos, sexo. Es por eso que ahora
que me dice que me ama me emociona tanto, porque nunca antes habíamos hablado
de sentimientos y ahora ella me habla del sentimiento máximo, del amor, de ese
amor que tanto busco y anhelo. Pero la verdad es que yo solo soy su amante, el
amante de cama, el que la ayudaba a sobrellevar una vida sexual poco
satisfactoria, pero quien no es necesario en los otros aspectos de su vida. Si pues,
ser el amante me había funcionado antes, muchas veces, yo buscaba ese tipo de
relaciones porque pensaba que eran perfectas y sin problemas, si pues, eso
decía yo. Pero es la primera vez que quiero una relación de verdad, quería
desesperadamente que ella me amara y no, no es verdad, soy su amante, ella no
me ama. La miro una vez más a los ojos, tengo la esperanza de volver a ver lo
que vi, le pido que me lo repita, y lo hace, pero esta vez logro ver la verdad,
ella no me ama.
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