Tuesday, December 25, 2012

El tiempo que nos queda por vivir


Comienza el 25/Diciembre y aún escucho los fuegos artificiales a lo lejos. He sobrevivido de manera decorosa al fatídico 24 y en especial a la cena de Navidad. Mi Teclita (Mi Abuela) no compartió la mesa, ella está en el cielo y su ausencia me ha resultado inmensamente dolorosa desde el primer día del mes en el que se supone que todos deben ser felices y llenarse de un espíritu navideño que esta vez menos que nunca yo podría haber tenido. Asumí, y digo asumir porque no le pregunté a nadie, que los miembros de mi familia no tendrían fuerzas para encargarse de la cena navideña, así que yo hice todo, craso error. Lloré mientras cocinaba y debo haber servido la comida más triste que jamás se haya probado en esta casa. Me dejé arrastrar por la nostalgia y en medio de eso comencé a pensar en el más triste relato que podría escribir. Quería compartir con todos la pena y el abandono que experimento ahora. Fue en ese momento en el que me di cuenta que siendo ingeniero de nacimiento y de formación he sido cerrado y hasta casi insensible la mayor parte de mi vida, sin embargo con mucho esfuerzo, trabajo y dedicación he logrado liberar mis emociones y para eso escribir me sirve de mucho. Si pues, admito ser dramático en esencia y pecaría de poco humilde si afirmo que escribo bien, a mi me gusta cuando lo hago, puedo gustar o no, pero en general quienes comentan mis escritos coinciden en que si alguna capacidad tengo es la de expresar mis emociones. Así que podría continuar este relato detallando poco a poco como me ha quebrado la nostalgia, la pena y hasta la desesperación, si pues, podría y tal vez hasta conseguiría conmover a alguien. ¿Pero acaso ese no sería el camino más fácil?. Si escribir puedo, bien o mal, pero puedo; no es para irme por el lado fácil y resbaloso, no ha sido ni es mi estilo. Quiero escribir esta vez de manera diferente, quiero reemplazar una realidad gris, penosa y triste por una diferente, no se si mejor, pero cuando menos diferente. Quiero imaginar una historia diferente esta vez. Quiero ser Neo en Matrix, escogiendo entre la pastilla roja (la realidad) y la azul (Matrix). Si claro, debería escoger la roja, no se si todos lo harían, pero la mayoría diría que sí, sin embargo yo opto esta vez por la azul. He aquí mi versión "azul" de la cena de Navidad.

Es casi medianoche y sentadas a mi izquierda están mi mamá y Mi Teclita, a la derecha mi primo y luego mi tío. Somos cinco y la mesa está llena de deliciosa comida. Yo estoy delgado y la verdad es que sin hambre (recuerda que es la versión azul). A veces cenamos antes y otras después de la medianoche, pero este año Mi Teclita insistió en probar bocado solo después. Yo tengo la sensación de que algo se trae entre manos, no se porque tanto afán en matarnos de hambre, pero si ella lo dice, así se hace. Llega la medianoche, me abrazo con todos y sin planearlo la última persona que me queda por saludar es ella. Si pues, lo mejor se guarda para el final. La abrazo fuerte, muy fuerte, aunque no tanto porque su cuerpo está delgado y mucho apapacho podría lastimarla. Cuando pego su pecho contra el mío entonces siento un nudo en la garganta, algo que no había experimentado nunca. Una rara sensación de angustia y como siempre cuando no tengo alguna respuesta, la miro a ella buscando su ayuda. Esperaba solo una sonrisa tranquila que me ayudara a calmar la angustia, pero para mi sorpresa recibí una sonrisa cómplice. Ella sabía lo que estaba sintiendo y cuando me percaté de eso, entonces reconocí mi sensación: esta es la última navidad que pasaré con ella. No era una idea descabellada, ella llevaba años diciéndolo, pero esta vez ella no lo dijo y yo si lo sentí. La situación entonces se puso compleja, yo tenía una extraña sensación que me avisaba de su futura ausencia y ella lo sabía. Los relatos de que mi abuela tenía algún tipo de poder sobrenatural volvieron a mi mente y también aquellas historias de que estos poderes son heredados saltándose una generación, es decir, de abuelos a nietos. ¿Estaría yo sintiendo algo de lo que sucedería en el futuro? ¿Ella lo sabría? ¿Cómo sería la navidad del 2013 sin ella?. El abrazo fue tan largo que todos los demás ya habían vuelto a la mesa y estaban devorando las delicias servidas. La acompañé hasta la mesa y la ayudé a sentarse. Me senté y comencé a comer en silencio, porque sí pues, cuando se me mete una idea en la cabeza esta necesita ser analizada y procesada. De cuando en cuando miraba a Mi Teclita y ella siempre me devolvía la mirada. Esto no era raro porque siempre tuvimos una conexión especial, pero esta vez era milimétricamente coordinado. Seguí comiendo, seguí analizando, seguí mirándola y entonces pensé: si lo que siento es solo una muestra más de mi locura, todo está resuelto, olvídate del asunto y punto final. Pero no puedo hacerlo, sí le doy validez a lo que siento y creo que tengo esta información: ella no estará para la próxima cena de Navidad. Y entonces, ¿qué hago con esto?. ¿Me paro, la abrazo y no dejo que se vaya?. ¿Existe forma de evitar que eso suceda?. Y si pudiera evitarlo, sería solo por un año, ¿y el siguiente?. Pero bien vale la pena intentarlo. Pero claro, eso solo posterga el tema, pero no lo impide. ¿Puedo impedirlo?. Si tengo la información, es para hacer algo con ella, ¿no es cierto?. Pero claro, impedirlo no luce a una respuesta lógica. Tengo la información para procesarla, para asimilarla, para trabajarla. ¿Será que también para resignarme?. No pues, la resignación es más fácil si me agarra por sorpresa. Entonces tengo información de lo que sucederá en el futuro y la bendición de poder procesarla con tiempo, no puedo impedir que las cosas pasen, solo puedo prepararme para sacar la mejor lección posible de ellas.

El camino azul, me ha llevado al rojo, al real. Imaginé a mi abuela presente y con algún tipo de don sobrenatural que me ayudaría a adelantarme a los hechos para ver si así me duelen menos. Este en realidad no es ningún relato fantasioso, es lo que efectivamente sí sucedió hace un año atrás y claro que sin necesidad de ningún don. Mi Teclita tenía más de 80 años, las probabilidades de que se mudara al cielo antes que yo eran muy altas y cada vez más altas las de que esa fecha se acercaba. No fui nunca consciente de eso, lo admito, era información que estaba frente a mi y no necesitaba ningún don para procesarla. Pero ahora si soy consciente de que los que me han quedado, mis Padres, también partirán antes que yo. ¿Voy a hacer algo al respecto ahora que lo tengo más claro?. ¿Si hubiera tenido los ojos más abiertos en el caso de Mi Teclita habríamos tenido un último año diferente?. Sí, claro que sí. Habríamos hecho las cosas de otras formas, pero manteniendo la misma esencia. Nuestra relación fue de real amor, en donde disfrutábamos uno de la presencia del otro. Habría compartido más tiempo con ella, porque claro, un poquito más siempre viene bien, pero habíamos alcanzado un tiempo de calidad entre nosotros en donde solo la pasábamos bien. Pero no debo seguir haciéndome trampa, debo responder a mi propia pregunta: ahora que soy consciente de que el tiempo con mis seres queridos es finito y alguna veces corto, ¿qué voy a hacer al respecto?.

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